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"LA PRINCESA LLORONA"

Aquella princesita veía todo el valle desde la ventana. El castillo estaba en lo más alto de la montaña más alta de todos los alrededores. Allí la pobre se aburría como una auténtica ostra marina. Todos los días cepillaba trescientas veces su lisa e interminable cabellera, como dictan los cánones de los cuentos de princesas. Anhelaba encontrar algún día al príncipe, o la rana o lo que quiera que fuese que viniera a sacarla de su torreón. Sin embargo, pasaban los días, los meses, los años y nunca ocurría nada. Ni siquiera le salian arrugas porque su rostro no tenía expresión alguna. Nunca hablaba, nunca reía, nunca lloraba. Pero un buen día, una gran tristeza se apoderó de ella y rompió a llorar. Sorprendida, pudo ver que en vez de lágrimas, de sus ojos brotaba un fino hilo de seda, que iba arremolinándose en el suelo. Tanto lloraba la princesita, que tenía que ir apartándose a otros rincones de la habitación porque ya no cabía tanta seda. Es que llegaba hasta el techo... Entonces, cuando parecía que estaba arrinconada por completo y que iba a morir cubierta de aquel hilillo que había brotado de sus ojos dejó de llorar.

Entonces pensó: "¿Qué haré con tanta seda?" Y comenzó a hacer ovillos y más ovillos. Cuando ya no quedaba más seda que ovillar pensó: "¿Qué haré con tantos ovillos?" Y entonces se le ocurrió la brillante idea de tejerlos. Y volvió a pensar: "¿Y con qué lo tejo?" Es que la princesita no tenía agujas... Buscando y buscando por la habitación lo que más se parecía a unas agujas de punto eran las patas de la cama, así que ni corta ni perezosa se lió a mamporros con la cama hasta que consiguió soltar dos patas y comenzó a tejer. Tejió y tejió hasta que se acabaron los ovillos. " Madre mía", volvió a pensar la princesa. "¿Y ahora qué?" En ese preciso instante la puerta se abrió y un apuesto príncipe vino a rescatarla de su soledad.

Actualmente está casada con el susodicho príncipe, ha tenido dos principitos y es muy aficionada a tejer la ropa para toda su familia.

FIN